jueves, 17 de septiembre de 2009

El excedente


Era una mañana como tantas, bah, no tantas, sino muy de vez en cuando, cuando amanece soleado pero fresco y es fin de año. Entonces se propuso una jornada de limpieza general en el hogar. Tirar las carpetas usadas de los chicos, vaciar las cartucheras y mochilas en busca de todo aquello que se pudiera reciclar para el siguiente año; guardar los uniformes en la caja de la ropa para la próxima temporada y revisar allí, en la misma caja, las prendas que finalmente no se usaron porque no hubo necesidad. Una buena pasada por ambas habitaciones, la matrimonial y la de los chicos. Cajas, cajones, estantes, huecos en el fondo del placard., todo debería ser bien revisado. Tirar, guardar, reciclar.
Por supuesto como todos los años dentro de lo no utilizable, había tres categorías posibles: lo que era realmente para tirar, es decir juguetes rotos, papeles fotocopiados y hojas de carpeta, lápices viejos, lapiceras gastadas, témperas vencidas; luego lo que quedaba chico o ya no se usaba por falta de interés o aburrimiento, como libros usados, manuales, zapatillas y ropa pasada de moda que principalmente se donaba a los vecinitos o primos más pequeños. Finalmente, de lo que se sacaba a la calle, una parte era destinada a las bolsas de basura lisa y llanamente y el resto se ponía en bolsas y cajas en un costado, por si a alguien le servía o le interesaba llevárselo. Aquí venían a parar los viejos frascos de cocina, cartones, algunos plásticos y también prendas de vestir y calzado que no estaban tan pasables para enviarlos con los primos.
Así la mujer pasó el día muy atareada, porque después había que guardar lo revuelto, reordenar y reorganizar las gavetas y las perchas. De paso aprovechando el sol limpió los vidrios y podó un poco las enredaderas del fondo (aunque no era mes sin erre). Luego pasó la aspiradora, pues era infernal el polverío arrancado del letargo de los estantes y las alfombras, lavó las cortinas y los alcochados de las camas y decidió, antes de baldear la casa de punta a punta y acabar con la higiene renovadora, que era buena idea cortar el pasto para ahorrarle el trabajo a su marido y dejarle un rato libre más para que descanse el domingo.
Sacó la cortadora hasta el jardín del frente, pero como también hacía falta recortar el cuadradito de pasto de la vereda, empezó por allí para luego seguir por el jardín, rejas adentro, una vez que comenzara a caer el atardecer.
Era una cortadora nueva, de cuatro ruedas y fácilmente manejable, muy diferente a la pequeña bordeadora que usaba antes de que se la robaran, que había que girar de lado a lado y que definitivamente te cansaba las rodillas y la cintura. Y lo que es peor el pasto nunca quedaba bien cortado, parejito como a ellos les gustaba, sino que dispersos por el césped siempre quedaban lamparones de pasto más corto que en otros lugares.
Luego de varias pasaditas por el verde, su hijito de nueve años se entusiasmó con la idea de foguearse con tareas de adultos y quiso experimentar con el artefacto. Feliz, como un juego, cortaba y cortaba, para adelante y para atrás. Como su emoción y su orgullo crecían a la mujer le pareció un momento para reflejar en una foto. Chocheras de madre, no más. Así que corrió hacia adentro de la casa para no dejarlo mucho rato solito en la vereda y rápidamente salió con la cámara en la mano. Era digital, no muy moderna pero de buena definición. La habían obtenido como pago de una deuda justo aquel extraordinario día cuando en la ciudad nevó. Comenzó a retratarlo en su labor que era más bien una hazaña titánica para él, sentirse por un rato en el lugar de su papá.
Estaban en ese menester cuando sucedió.
Montado en un carro de madera tirado por un caballo gris de pelo ralo iba un hombre, un muchacho casi una década menor que ella.
Cada vez que el recuerdo invade su mente, no soporta las ganas de llorar. Hubo algo en él, en su postura, en su mirada ladeada y su cabeza altiva, algo que provocó dentro suyo una reacción que después, tiempo después pudo comprender. Y por ese sentimiento perturbador fue que ocurrió la desgracia.
Al pasar por delante de ellos con su carro y su caballo, el joven orientó su mirada hacia el niño jardinero y la mujer que sonreía recostada sobre el portón abierto de su casa. Ella sostenía la cámara en su mano y con un gesto poco sutil al notar el interés del hombre, la escondió detrás de su espalda poniendo su mano en asa en la cintura. Ay, sí… todavía las mismas ganas de llorar cada vez que lo recuerda…
No tenía miedo de él, no se escondía de la amenaza de que tomara lo que le pertenecía, de que le arrebatara algo. Estaba segura de que no era su intención. Siempre creyó que un hombre que se sube a un carro o que lo arrastra por toda la ciudad para juntar cartones o latas de aluminio es alguien que sale a trabajar, no a robar. Pero ahora no sabía que era peor, si el miedo o la vergüenza… Porque fue vergüenza lo que sintió aquella madre impregnada de polvo, pasto y lavandina. Vergüenza de tener una cámara digital y una cortadora de pasto nueva, vergüenza de tener tiempo para inmortalizar momentos frívolos, de tener cosas para tirar y dejar “gentilmente” para que alguien más se las lleve. Vergüenza y un dolor que solo su garganta y sus tripas entienden cada vez que recuerda su imagen… la de ella, no la del muchacho del carro.
Seguido al gesto, él le devolvió una sonrisa mezcla de burla y de desprecio, y una mirada muy intensa donde la mujer pudo verse reproducida como en un espejo convexo: distorsionada, deforme, monstruosa.
Hizo diez pasos con su caballo, sacó de su bolsillo un cigarro y le pidió fuego a una parejita de adolescentes que caminaba abrazada por la misma vereda. Luego se alejó de allí, de la mujer de la cámara escondida y de la silenciosa conspiración del excedente envuelto en bolsas
y cajas.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

uffffffff me recogio el estomago que palabras y que relato felicidades

Aril dijo...

Gracias, Venus!! Me alegra que te haya gustado, lo escribí con mucho compromiso y dejé en estas letras mucho de mi sentir
Besos***

~PakKaramu~ dijo...

Wow !
Very beutiful blog
Congratulation

Rossana Hasson Arellano dijo...

Mi querida Dani :
Me ha gustado mucho tu relato, hace unos días ya que lo había leído, sin embargo no se que hice y mi comentario no quedo reflejado.
En fín, que aquí estoy nuevamente , en primera instancia para decirte:

Que habitas en mi corazón
Un beso alado
Ross

Anónimo dijo...

Impresionante. Un texto ante el cual sobran las palabras. Me ha encantado, como el resto del blog.

Aril dijo...

Muchas gracias por leerme y dejarme tan cálidos comentarios!! Abrazos***